Indígenas en Panamá

Cuenta Pilar Sánchez en El Mundo que una hilera de indígenas desciende de las altas montañas de Llano Ñopo (al oeste de Panamá) en una marcha pacífica y reivindicativa, que iniciaron el pasado miércoles y que se prolongará hasta mañana, a la que se van sumando campesinos de una comarca marcada por el aislamiento y cansada de que en los últimos años se les haya prometido la construcción de una carretera que para ellos implica eludir la muerte.

Piden asfalto en los 35 kilómetros que distan desde la ciudad próxima más grande, Tolé (área de Cerro Viejo), hasta las aldeas diseminadas por las montañas (en la comarca Ngöbe Buglé de la provincia de Chiriquí), vía principal de comunicación para más de 75.000 personas. Una distancia que se tarda en recorrer hasta cinco horas, según las condiciones climáticas, en vehículos todoterreno que actúan como único transporte público, atestados de pasajeros y sorteando auténticas trampas al cruzar caminos estrechos junto a barrancos, ríos, zonas de fango y curvas de vértigo que acentúan su aspecto infernal en épocas de lluvia.

Más de 2.000 indígenas de la etnia ngöbe, acostumbrados al silencio y la desigualdad, responden al toque de campanas de Luis Francisco Andrés del Castillo, un sacerdote salmantino de 36 años que pertenece a la Congregación de los Agustinos, quien se ha ganado su confianza tras siete años de trabajo en Panamá, incluso aprendiendo el ancestral idioma de la zona, el ngobere. Su trabajo en la aislada montaña panameña ha sido como el de una hormiga, granito a granito.Pero esta semana el granero comienza a llenarse.

Le han escuchado, le han entendido y les ha convencido de la necesidad estratégica de las comunicaciones para el desarrollo de la zona y ahora ellos alzan la voz en una manifestación de cuatro días hacia el corazón del país. Reivindican la construcción de la carretera que representa para ellos el cordón umbilical que les une a la vida, ligada estrechamente a su supervivencia.Un descenso por la montaña con una significativa repercusión en la prensa del país centroamericano que ha puesto contra las cuerdas al propio presidente, Martín Torrijos Espino, del Partido Revolucionario Democrático (PRD).

Marchan por los 35 kilómetros que marcan la diferencia entre la vida y la muerte para esta comunidad indígena desabastecida en muchas épocas del año y sin posibilidad de reacción ante situaciones de emergencia, que equivale a la muerte para muchos de ellos.Viven con la quimera de alcanzar un desarrollo en una zona donde subir un saco de arena cuesta más que construir un aula de la escuela.

Así lo describe a EL MUNDO una periodista panameña conocedora de la zona, Miriam Quintero: «Es un camino indispensable para abastecer de medicinas a la población. Los niños mueren por enfermedades curables y alta desnutrición porque los alimentos no llegan a los comedores escolares por el mal estado de las carreteras.Muchos pequeños caminan cuatro horas para llegar a su escuela y algunos se desmayan nada más comenzar a cantar el himno nacional del lunes».

Los profesores de la Escuela Pública de Llano Ñopo -que dirige el sacerdote salmantino desde hace un año junto a las misioneras colombianas de la Orden Laura con 700 alumnos- viajan por la carretera maldita los domingos y se ven obligados a vivir en la montaña toda la semana, lo que provoca niveles de absentismo muy altos. «La población queda incomunicada en las épocas de lluvia sin ni siquiera conexiones telefónicas», relata Quintero, sorprendida con la labor de Andrés del Castillo y los religiosos de la zona donde la congregación de los Agustinos lleva 40 años en programas de desarrollo.

Un resumen de la situación que Luis Francisco de Andrés (el padre Luis Francis, le llaman los que le adoran) no se ha cansado de repetir a todo el que le quería oír y ante los sucesivos gobiernos panameños: ante las mismísima Mireya Moscoso, anterior presidenta de la República -cuya promesa incumplida de la necesitada carretera dio lugar a titulares de prensa-; y ante el actual presidente, Torrijos. El conocimiento de la lengua indígena que ha alcanzado el sacerdote salmantino, le ha llevado a ejercer de intermediario con las altas autoridades y a ganarse la confianza de unos indígenas, a priori, herméticos.

Ultima promesa

«El lleva siete años demostrándole a los indígenas que está implicado con ellos, que conoce la zona, el idioma, que trabaja para ellos, y eso les ha dado toda su confianza y les ha convencido de la prioridad de la carretera para su desarrollo real». Quien habla ha pateado la zona y conoce su tímida evolución, es José Alberto Escobar, otro joven sacerdote agustino que ha vivido y compartido con el padre Luis Francis y ha visto cómo «los indígenas le siguen».

Ante el anuncio de la manifestación, también se ha movilizado el propio presidente, Martín Torrijos con la última promesa sobre la mesa de licitar una pequeña parte de la carretera.Pero la necesitan entera y sin demora, es la respuesta que recibe el mandatario sin que la manifestación se detenga. Mañana llega la amplia e inusual comitiva de indígenas hasta la mismísima carretera principal del país, la Panamericana, la única nacional que conecta con la capital y varios países centroamericanos.

Entre las caras de indígenas camina en este instante el joven sacerdote, que elude todo protagonismo mientras nutre el granero de justicia que también abastecen otros religiosos de la zona como el sacerdote agustino José Laín (desde Tolé) y las monjas de la Orden Laura, testigos de una realidad olvidada, la de Llano Ñopo. Un paraíso para Luis Francis en la montaña de la que ya baja un eco de voz.