El principio de la civilización

Dicen que una estudiante le preguntó una vez a la antropóloga y poetisa Margaret Mead cuál consideraba ella que era la primera señal de civilización en una cultura.
La estudiante esperaba que la antropóloga le hablara de anzuelos, cuencos de arcilla o piedras para afilar, pero su respuesta fue un fémur fracturado y sanado.
Al ver la cara de sorpresa de la alumna ante su respuesta, Mead le explicó que, en la naturaleza salvaje, cuando un animal sufre un accidente y se enferma, al romperse una pata por ejemplo, muere sin remedio al no poder sobrevivir por sí solo ya que, tales circunstancias, no puede huir del peligro ni ir al río a beber agua ni cazar para alimentarse. De esta manera, se convierte en una presa fácil para sus depredadores.
Ningún animal sobrevive con una pata rota el tiempo suficiente para que el hueso sane.
Por eso, los restos arqueológicos hallados de un fémur roto procedente de un homínido con signos de haber sido curado por otro homínido es el primer signo claro de civilización.
Es la prueba de que alguien se tomó el tiempo para cuidar a otro ser herido y se quedó con él hasta que estuvo curado.
«Ayudar a alguien a atravesar la dificultad es el punto de partida de la civilización», explicó Mead.