Necesitando menos

¿Tener más o necesitar menos?

Precisamos de una concepción económica que incorpore a las personas en la determinación de la satisfacción recibida. Para ello, hay que incorporar varias ideas que son imprescindibles para este fin.

La primera es aceptar que existen puntos de saturación, momentos en los que tener más de algo no tiene por qué incrementar nuestra satisfacción. Constatamos que esto sucede en muchas de nuestras necesidades económicas. Tenemos puntos de saturación en la comida (cuando ya no podemos comer más), en los automóviles (cuando nos conformamos con uno solo), en la casa (cuando no queremos comprar más viviendas), etc. Por ello, no podemos seguir basándolo todo en una premisa tan poco realista.

La segunda es que tenemos que incorporar a las personas en toda teoría de la satisfacción que hagamos. Las expectativas que tienen, lo que esperan, lo que desean, tiene que incorporarse en cualquier teoría económica que quiera hacer un análisis realista sobre la utilidad que ofrecen los bienes y servicios adquiridos o disfrutados. La economía conductual lo está haciendo y hay mucho camino avanzado, pero no es suficiente.

Deseos y necesidades

Para poder desarrollar estas dos ideas anteriores, precisamos de un análisis de las necesidades y deseos de las personas. Necesitamos clasificar ambas, saber qué son deseos y qué son necesidades, como se comportan estos en las personas, ver cómo no todos son iguales y mientras algunos de ellos son objetivos otros no lo son. Reforzar nuestra teoría sobre necesidades y deseos es esencial para analizar de una manera más correcta nuestra relación entre los bienes y servicios y la satisfacción que nos reportan.

En último lugar tenemos que hacer también una opción ética, que nos permita, a partir de los datos anteriores poder analizar qué es lo mejor y qué es menos bueno. El economicismo, a pesar de su apariencia neutral en lo ético, también lo hace. Nos dice que lo bueno es incrementar al máximo nuestra utilidad, lo que se traduce en tener todo lo que podamos. Para ello hay que desearlo todo, hay que quererlo todo, las necesidades y los deseos se ponen al mismo nivel.

En el caso de una teoría de la satisfacción en la que la persona sea tomada en cuenta, la consideración sobre lo ético es clave. Lo esencial es aquella frase que se atribuye erróneamente a San Agustín: “No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita”. Volver a la sabiduría tradicional siempre es una buena opción, y en este caso, totalmente justificada. Lo que nos lleva a obtener más satisfacción no es tener mucho, sino conformarnos con poco.

  1. Lluch Frechina, en Vida Nueva