Un Dios desmemoriado

Un hombre ya mayor no podía olvidar una infidelidad que había cometido cuando joven. Se lamentaba cada día y recordaba su error como una pesada carga. Un día decidió, después de mucho pensarlo, ir a confesarlo a un sacerdote que tenía fama de santo. Decían de él que tenía línea directa con Dios.

Se presentó y le dijo:

¿Podría preguntarle a Dios qué opina de aquello que me ocurrió hace unos años?

El sacerdote le dijo que lo haría sin problemas.

Unos días después se volvieron a encontrar. Sonriendo, el sacerdote empezó a decir:

Anoche me visitó Dios. Me dijo que no se acordaba. Reconoció que era un Dios con muy muy mala memoria. También me comentó que no tenía tiempo para recordar nuestras faltas, que todo su tiempo lo dedicaba a olvidar, perdonar y abrazar.

Y ahora haz tú lo mismo.