Como la discusión se tornó acalorada, el capitán decidió que por un día cambiarían de trabajo. El jefe de ingenieros estaría en el puente de mando y el capitán en la sala de máquinas.
A sólo unas pocas horas de haber iniciado el experimento, el capitán salió de la sala de máquinas. Venía sudado y sus manos, su cara y su uniforme estaban llenos de grasa y aceite.
«Jefe», le dijo, «creo que tiene que venir a la sala de máquinas. No puedo hacer que los motores anden». «Por supuesto que no puede», le dijo el jefe de ingenieros. «Acabo de encallar el barco».
