Al otro lado de la vida

Él no creía en nada más allá de esta vida y como a todos, le llegó su hora. Con sorpresa notó como los brazos de una Amor indescriptible le abrazaban con infinita ternura. Lágrimas de emoción y profunda alegría empezaron a caer sobre su rostro. Él no había creído y se lo había perdido, pero Dios no había dejado de creer en él y quererlo con todo su corazón. No tuvo que pedir perdón, porque no había tiempo nada más que para fundirse en el mayor de los abrazos posibles.

Fermín Negre