Acercarse a los inmigrantes

El pobre Lázaro está allí mismo, muriéndose de hambre «junto a su puerta», pero el rico evita todo contacto y siguen viviendo «espléndidamente» ajeno a su sufrimiento. No atraviesa esa «puerta» que le acercaría al mendigo. Al final descubre horrorizado que se ha abierto entre ellos un «inmenso abismo». Esta parábola es la crítica más implacable de Jesús a la indiferencia ante el sufrimiento del otro.

Junto a nosotros hay cada vez más inmigrantes. No son «personajes» de una parábola. Son hombres de carne y hueso. Están aquí con sus angustias, necesidades y esperanzas. Sirven en nuestras casas, caminan por nuestras calles. ¿Estamos aprendiendo a acogerlos o seguimos viviendo nuestro pequeño bienestar, indiferentes al sufrimiento de quienes nos resultan extraños? Esta indiferencia  sólo se disuelve dando pasos que nos acerquen a ellos.

Tal vez, podemos comenzar por aprovechar cualquier ocasión para tratar con alguno de ellos de manera amistosa y distendida, y conocer de cerca su mundo de problemas y aspiraciones. Que fácil es descubrir que todos somos hijos e hijas de la misma Tierra y del mismo Dios.

Es elemental no ironizar sobre sus costumbres ni burlarse de sus creencias. Pertenecen a lo más hondo de su ser. Muchos de ellos tienen un sentido de la vida, de la solidaridad, la fiesta o la acogida que enriquecerían nuestra cultura.

Hemos de evitar todo lenguaje discriminatorio para no despreciar ningún color, raza, creencia o cultura. Cómo humaniza convencerse vitalmente de la riqueza de la diversidad. Ha llegado el momento de aprender a vivir en el mundo como la «aldea global» o la «casa común» de todos.

Tienen defectos pues son como nosotros. Hemos de exigir que respeten nuestro mundo, pero antes hemos de reconocer sus derechos a la legalidad, al trabajo, a la vivienda o la reagrupación familiar. Y, antes aún, luchar por romper ese «abismo» que separa hoy a los pueblos ricos de los pobres.

Cada vez van a vivir más extranjeros entre nosotros. Es una ocasión para aprender a ser más tolerantes, más justos y en definitiva más humanos.

José Antonio Pagola