Ha muerto un obispo atípico
Galardonado con muchos premios y propuesto para premio nobel de la paz por su labor con los empobrecidos de la Amazonía brasileña, el obispo Pedro Casaldáliga falleció la semana pasada. Catalán de nacimiento, vivió muchos años en Brasil luchando en favor de los últimos, de los más pobres de entre los pobres. Su labor y su praxis se extendieron por todo el continente americano. Amenazado de muerte muchas veces no cesó en su compromiso liberador. . Escritor, poeta y místico, luchó por llevar a cabo la revolución del Evangelio de Jesús. Ya en su atuendo como obispo del Mato Grosso nos lo mostró. Su mitra fue un sombrero de campesino y su báculo un sencillo remo de barco como los que usan los indígenas para navegar por aquellos caudalosos ríos. Sus palabas fueron comprometidas y veraces en la defensa de los sin tierra y de los más vulnerables de aquellas inmensas selvas. Sus innumerables libros de poesía (en portugués, catalán o castellano) son un canto a la verdad, a la justicia, a la libertad, a la solidaridad y a la paz, empezando por los últimos, y una denuncia sin paliativos a los poderosos y corruptos... Un día hablaba así a un grupo de curas europeos: “Habéis sido formateados para curas funcionarios y exclusivamente servidores del altar… os va a costar cambiar de chip y convertiros en servidores de la comunidad y en curas que pisan el barro de la calle para socorrer a todos, especialmente los más pobres”. Llevaba razón el obispo brasileño: los curas europeos tenemos un defecto de fabricación. Y qué difícil se nos hace romper esquemas y emprender nuevos caminos más de acuerdo con el Evangelio y con las necesidades del mudo actual. Hemos perdido el rumbo y nos es muy difícil volver a encontrarlo. ¿Lo tuvimos claro alguna vez? Sinceramente, no sé qué responder. Pedro, meditando en el día de su muerte, escribió un entrañable poema del que les trascribo una estrofa: “Y al final del camino me dirán: / ¿Has vivido?/ ¿Has amado?/ Y yo sin decir nada/ abriré mi corazón lleno de nombres”. Palabras que el mismo papa Francisco nos las recuerda en una de sus encíclicas. Descanse en paz el claretiano universal a quien quizá un día veremos en los altares.
JOSÉ SÁNCHEZ LUQUE