Las alarmas saltaron rápidamente. La vida de millones de personas estaba en riesgo. El mundo debía volcarse con el Cuerno de África y, en un primer momento, así fue.
Meses después, Somalia, víctima de la primera hambruna declarada en el siglo XXI y el Cuerno de África, volvieron al anonimato. Sus carencias, sus gobiernos corruptos, sus millones de empobrecidos, víctimas de la especulación y la codicia, se hicieron de nuevo invisibles. La noticia dejó pronto de serlo, y lo que en un momento fue portada, desapareció como por arte de magia de los medios de comunicación.
Pero el hambre sigue ahí, afincada en unos países donde no es fácil entrar con ayuda internacional y donde, a veces, hay que buscar mil triquiñuelas para poder acceder a los más necesitados.
Manos Unidas no ha olvidado al Cuerno de África. Durante todos estos meses se han aprobado dieciocho acciones de emergencia destinadas a paliar el hambre y a trabajar para que las personas a las que van dirigidos estos proyectos sean capaces de hacer frente, con sus propios medios, a las circunstancias adversas.
Además, pedimos a Gobiernos e instituciones que no abandonen a su suerte a millones de personas; que no vuelvan los ojos ante las injusticias; que se regulen los mercados para que el hambre de unos deje de ser la riqueza de otros; que se controle el destino final de los fondos de ayudas al desarrollo, y que no se mantenga a gobiernos corruptos por cuestiones políticas o económicas. Entonces, quizá, será cuando las emergencias alimentarias pasen a la historia.
