Efectivamente ese ciego del Evangelio aclarando la vista se abre al misterio de Cristo. Jesús le pregunta: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?» (v. 35). «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?», responde el ciego sanado (v. 36): «Creo, Señor» y se postró ante Jesús (v. 37).
Este episodio nos lleva a reflexionar sobre nuestra fe, nuestra fe en Cristo, el Hijo de Dios, y al mismo tiempo se refiere también al Bautismo, que es el primer sacramento de la fe: el sacramento que nos hace "venir a la luz", mediante el renacimiento del agua y del Espíritu Santo; así como le sucede al ciego de nacimiento, al cual se le abren los ojos después de haberse lavado en el agua de la piscina de Siloé. El ciego de nacimiento sanado nos representa cuando no nos damos cuenta de que Jesús es la luz, es «la luz del mundo», cuando miramos a otro lado, cuando preferimos confiar en pequeñas luces, cuando nos tambaleamos en la oscuridad. El hecho de que ese ciego no tenga un nombre nos ayuda a reflejarnos con nuestro rostro y nuestro nombre en su historia. También nosotros hemos sido "iluminados" por Cristo en el Bautismo, y por ello estamos llamados a comportarnos como hijos de la luz. Y comportarse como hijos de la luz exige un cambio radical de mentalidad, una capacidad de juzgar hombres y cosas según otra escala de valores, que viene de Dios. El sacramento del Bautismo, efectivamente, exige la elección de vivir como hijos de la luz y caminar en la luz. Si ahora os preguntase: "¿Creéis que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Creéis que puede cambiaros el corazón? ¿Creéis que puede hacer ver la realidad como la ve Él, no como la vemos nosotros? ¿Creéis que Él es la luz, nos da la verdadera luz?" ¿Qué responderíais? Que cada uno responda en su corazón.
¿Qué significa tener la verdadera luz, caminar en la luz? Significa ante todo abandonar las luces falsas: la luz fría y fatua del prejuicio contra los demás, porque el prejuicio distorsiona la realidad y nos carga de rechazo contra quienes juzgamos sin misericordia y condenamos sin apelo. ¡Este es el pan de todos los días! Cuando se chismorrea sobre los demás, no se camina en la luz, se camina en las sombras. Otra falsa luz, porque es seductora y ambigua, es la del interés personal: si valoramos hombres y cosas en base al criterio de nuestra utilidad, de nuestro placer, de nuestro prestigio, no somos fieles la verdad en las relaciones y en las situaciones. Si vamos por este camino del buscar solo el interés personal, caminamos en las sombras.
La Virgen Santa, que en primer lugar acogió a Jesús, luz del mundo, nos obtenga la gracia de acoger nuevamente en esta Cuaresma la luz de la fe, redescubriendo el don inestimable del Bautismo, que todos nosotros hemos recibido. Y que esta nueva iluminación nos transforme en las actitudes y en las acciones, para ser también nosotros, a partir de nuestra pobreza, de nuestras pequeñeces, portadores de un rayo de la luz de Cristo.
IV Domingo de Cuaresma, 26 de marzo de 2017
Papa Francisco
